En su casa-taller de Pichilemu encontramos a José Ignacio Vargas, 45 años, nacido y criado en la localidad que es testigo diario de sus obras, de su evolución como artista, de sus inicios dando sus primeros trazos con pincel ayudado por la mano de su madre o mientras garabateaba en el suelo de aserrín en la casa de sus abuelos. Así fue cultivándose el artista que es hoy.

La necesidad por liberar un alma sensible lo llevó a explorar distintas artes. “Trate con el baile pero tengo dos pies izquierdos” afirma risueño. A esto se sumó la música y la literatura pero siempre volvía a las artes visuales “fue un tema de timidez, tenía miedo para expresarme y encontré en la pintura mi discurso”, agregó.

En el estudio de José Nacho Vargas, por donde mires verás colores.

Sobre su proceso creativo, nos cuenta que con los años se ha vuelto más metódico, que se levanta temprano y se sienta en su taller como quien va a la oficina, con la mentalidad que la inspiración llegue y le encuentre ya trabajando.

Al consultarle acerca de la paleta de colores que usa frecuentemente y aquellas tonalidades que son fundamentales en su pintura, no duda en decir que no puede faltar el color guinda, “Muchos pensarán que por los escenarios que pinto, diría azul por sobre todo, pero no, el guinda está presente en todas mis obras. Color tinto que embriaga todo el cuadro” señala Nacho. Sus estudios de muralismo en Buenos Aires han influenciado en la inclusión por colores neutros lo que ha provocado que su paleta se oscurezca, sin embargo y coincidentemente con los últimos meses de cuarentena en el país, los colores en sus más recientes trabajos comenzaron nuevamente a encontrar más luz.

Nos cuenta que una de las instancias más difíciles a la que se enfrenta todo artista es el  comienzo una nueva obra, además de aquellos momentos cuando el estado de ánimo no es el más acorde y ocurre que las imágenes que tienes en tu cabeza no se logran proyectar del todo en el lienzo, pese a todo lo anterior, para Nacho Vargas el momento más difícil, siendo un artista perfeccionista, es poner la firma y dar por finalizado un cuadro. “Un cuadro es como un hijo lo vas criando y quieres lo mejor para él, por lo que desprenderse del todo para iniciar uno nuevo es complicado”.

Para Nacho que sus obras se expongan en un salón de arte pomposo tiene la misma relevancia que una muestra en una junta de vecinos, lo importante es que las personas tengan todo tipo de instancias de consumir arte y si es gratis mejor. “A toda la gente que es capaz de plantarse sobre una superficie cualquiera y expresarse es motivo de admiración”, concluye.

Como todos los artistas, José Nacho Vargas busca el reconocimiento “Uno siempre está en deuda con el tiempo siempre es un día menos para hacer algo”, afirma. No se enceguece por el éxito efímero “al apagarse el aplauso se acabó y tienes que empezar a competir nuevamente”.

Nos comenta sus proyectos de escuelas para jóvenes, porque considera que no hay que ser egoísta con el conocimiento, sueña con plasmar su sello que una persona con el solo hecho de ver sus pinturas sepa inmediatamente que son de él, confía en que una vez que ya no esté aquí para seguir creando, serán sus mismas pinturas las que se convertirán en el testimonio del artista, un legado imperecedero durante su ausencia.

©2023 proyecto original de Cáhuil Editores. Desde mayo de 2006 comunicando cultura, arte & surf.

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