Esta especie es endémica de la zona central de Chile. Es la única especie de su género y es una de las palmas más australes del mundo.
Nombre científico: Jubaea chilensis
Nombre común: Palma chilena o kankan.
Hay evidencia de que su origen estaría en el Terciario, siendo testigo viviente de períodos en los cuales reinaban los climas tropicales en estas latitudes y cuando aún no se formaba la Cordillera de los Andes, hace aproximadamente unos 180 millones de años.
La palma chilena adorna muchas casas patronales, y forma parte del arbolado urbano en muchas plazas de armas, incluso en localidades como Coyhaique. En la comuna, específicamente en la localidad rural de Espinillos, sobreviven los últimos ejemplares de esta especie en una condición nativa. La palma chilena adorna las iglesias de Ciruelos y de Cáhuil, y en el Pichilemu urbano, es posible hallar algunos ejemplares en las terrazas del Hotel Rex. Por alguna razón, desde el señor Ross a la actualidad, se opta por otras palmeras en lugar de la Jubaea. Mentes brillantes han plantado palmeras exóticas en el mismísimo y vapuleado humedal Petrel, acentuando los desequilibrios ecológicos de tan importante ecosistema.
Entre las características de esta especie, puede alcanzar los 30 m de altura, su edad reproductiva se inicia entre los 30 a 60 años, y su inflorescencia corresponde a un racimo. Sus flores pueden ser hermafroditas o dioicas. Es de un tronco liso y acinturado, una característica que permite diferenciarla de otras palmeras, como las existentes en el Parque Ross. Por otra parte, es una especie de lenta germinación en condiciones naturales y bien longevas, pudiendo vivir 500 a 700 años.
Antiguamente, los coquitos de la palma chilena formaban parte de la alimentación de algunos pueblos recolectores, como los picunches, primeros habitantes humanos de Pichilemu.
Desde que se tienen datos para investigación, el conteo de la población de palmas chilenas llegó a ser de 5.000.000 en el territorio nacional. Hoy, esa población se ha visto dramáticamente disminuida, llegando a los 120.000 ejemplares, esto, a pesar de que esta especie se encuentra protegida bajo el Decreto Ley N° 701 de 1974, que establece que la tala o explotación debe ejecutarse según un plan de manejo aprobado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF). Su hábitat se ve cada día más reducido por el cambio en el uso del suelo, lo que conlleva a un explosivo crecimiento demográfico que, además, no tiene regulación. También, su uso se ha diversificado, y la sobreexplotación ha llevado a la Palma Chilena a tener serios problemas de conservación, algunos de estas actividades, son: el corte de sus hojas para la fabricación de ‘ramos’ en la festividad católica de Domingo de Ramos; la extracción de sus hojas para uso de techumbre en fondas o ramadas; la extracción de su savia para la elaboración de la popular y mal llamada ‘miel de palma’, (en donde, incluso, les prenden fuego para tal fin); la sobreexplotación de sus semillas o ‘coquitos’ para su uso comestible; y la fabricación de artesanías con estos.
El año 2017, los incendios forestales afectaron a la Reserva Nacional Palmas de Ocoa, ubicada en la V Región, y también en los sectores de San Miguel de las Palmas y San Pedro de Alcántara en la comuna de Paredones, aumentando la disminución de la población de esta especie vulnerable.
Las áreas protegidas para esta especie son el Parque Nacional La Campana, el Parque Natural Palmas de Cocalán y la Reserva Nacional Palmas de Ocoa. En Pichilemu, no existen áreas protegidas, siendo una tarea pendiente en un contexto de cambio climático.