“Por lo general, cuando se me ocurre una historia, me llega o eso parece, in toto (en su totalidad); un prolongado y sostenido rayo que oscurece lo tangible, el así llamado mundo real, y solo deja iluminado ese paisaje imaginario repentinamente visto, un territorio animado por figuras, voces, atmósferas y climas. Y todo ello cuando nace, es como un colérico y aireado cachorro de tigre; uno debe aplacarlo y domarlo. Y esa es por supuesto, la principal tarea del artista: domar y dar forma a la visión creativa en bruto.”
Truman Capote, Una voz desde una nube, 1969.
Este es el primer retrato de una serie que escribiré sobre distintos artistas, artesanos y creadores de Pichilemu. Mi nombre es Florencia Onetto, vivo en Pichilemu, provengo del mundo del arte (soy artista visual y escritora) y es desde ahí que iré relatando y adentrándome en los mundos particulares de cada creador. Abordaré sus procesos artísticos y humanos desde la mirada de un par para compartir las tramas que van tejiendo el universo creativo que se genera en estas costas, sus quebradas, humedales. Entender, de alguna manera, cómo esta naturaleza generosa nos va llenando el alma y hace germinar una diversidad creativa muy rica y abundante. Ir develando cómo es que la naturaleza que aquí nos rodea va tiñendo aquellas creaciones que nacen en estos territorios.
Territorios fantásticos
Una niña pequeña, de unos siete años está sentada en la mesa del comedor, no hay nada sobre ella, ya ha pasado la hora del almuerzo, el sol entra cálido por una ventana que está al frente, un rayito ilumina la mano de la niña. A su lado está sentado su papá, un hombre de unos cuarenta y cinco años, él le pasa una hoja blanca dónde ha hecho una raya que comienza con una recta para terminar en una curva espiral, -toma- le dice a la niña- a ver que se te ocurre-. La niña antes de que su padre hiciera el trazo ya era capaz de ver en la hoja blanca miles de formas, para ella el trazo lo único que hace verdaderamente es darle el punto de partida, se pasará horas dibujando lo que para ella ya estaba en el papel.
A Antonia la conocí hace unos cuatro años atrás en Cáhuil, en una feria que se hacía los primeros domingos de cada mes en un lugar llamado La Barcaza. Venía llegando, a poco andar nos pusimos a conversar y me contó que era ilustradora, conocíamos artistas en común.
Antonia es una mujer menuda, con unos ojos azules cristalinos, tiene manos pequeñas, de dedos largos y delicados, estas te permiten intuir que lo que sale de ellas debe ser así, delicado, mágico, unas manos así no pueden si no estar hechas para crear desde mundos sensibles. Las imagino como antenas que bajan mundos fantásticos al papel para que nosotros los conozcamos. Ella siempre se viste con chaquetas que pareciesen de un par de tallas más grandes, lo que la hace ver más pequeñita, a ratos es como una niña, sin embargo tiene una voz grave, y ahí uno puede ir leyendo un poco de que va esa fuerza que la mueve, dónde se esconden todos esos dibujos que ella derrama en el papel.
Antonia es la menor de cuatro hermanos, ese es un buen dato, porque siendo la menor es posible verla moviéndose con holgura en sus periplos creativos y búsquedas. Ella atribuye esa libertad a la condición de hermana menor, donde ya las cargas del deber ser, no le estaban impuestas, tampoco es que su familia fuese muy formal, pero de todas maneras ella podía percibir algo de esa idea de que el arte era poco práctico para ganarse la vida.
Pero no había vuelta que darle, desde pequeña siempre tuvo mucha imaginación, su cabeza estaba poblada de personajes y mundos fantásticos, dibujar para ella era en realidad una herramienta para bajar aquellos mundo a este plano tangible. Buscaba ángulos improbables en los rostros de sus figuras, perspectivas extrañas, desde el cielo, debajo del agua, cosas que ella sabía que una fotografía no podría mostrar, y aunque difíciles técnicamente, propondrían visiones novedosas, impensables.

Se describe a sí misma, como muy observadora, dedicando mucho tiempo a la mirada acuciosa de aquello que capta su interés, buscando obtener la proporción de las formas, que al mezclarlas con la imaginación, muchas veces cuando niña se le escapaba de las manos. De ahí que decide estudiar Ilustración. Ella no se preocupa de encontrar un estilo propio, si no más bien, que la imaginación logre manifestarse en sus dibujos.
Desde pequeña sintió afinidad con la naturaleza, no era demasiado habitual, pero de vez en cuando, iba de vacaciones familiares al Tabo, allí comenzó su contacto con los pueblos costeros, alrededor de los seis años. En esos tiempos Antonia y sus hermanos comenzaron a sentir esa sensación de libertad que dan los espacios abiertos, los bosques, los roqueríos, en ese lugar siendo niños se perdían en juegos y travesías. Luego su segundo encuentro con pueblos costeros, ya más grande, alrededor de los doce años, comienza con invitaciones a Cachagua, otro balneario de la zona central. Entonces comienza su relación con aquel lugar, tiene un par de amigos que viven allá, y se encanta definitivamente con el paisaje, los bosques, el mar y sus rocas. Luego a poco andar, terminando sus estudios en Ilustración, a los diecinueve años se va a vivir a este lugar. Vive en Cachagua por seis años. Ahí comenzó un proceso muy unido a la naturaleza, profundo e introspectivo, en esa época escribe y dibuja el libro Támaro.

Támaro es un proyecto que inició el año 2012 con un libro álbum “Támaro y la vasija originaria” que relata una historia en la costa central de Chile y que une el reconocimiento de las especies de esa zona con una aventura al pasado en la que un grupo de nativos (Batos) se comunican con el personaje principal y le brindan una importante misión para los tiempos modernos.
Durante los años en Cachagua, se relacionó con personas muy estudiosas de la naturaleza, y se acercó a ese perfeccionismo pulcro en la observación, a una comprensión del entorno mucho más rica. Sin embargo pasado un tiempo, se dio cuenta que le hacía falta salir de allí para equilibrar el mundo interno con el externo, ese espacio introspectivo al que nos lleva la naturaleza, con la energía ebullente de las ciudades, es entonces cuando Antonia, en esa búsqueda de equilibrio, de compartir, de bohemia, de tertulia, de intercambio cultural, vuelve a la ciudad.
De vuelta en Santiago, ella desarrolla esta fusión entre el acercamiento fiel a la naturaleza y su imaginario fantástico, dando características reales a sus personajes, pero siempre bajo ese ojo rico en detalles de otros mundos, su impronta personal ya es visible, se va asentando ese carácter propio.

En la ciudad, comienza a moverse en un mundo de tertulias y bohemia, en estos transitos, la contacta Gonzalo Schemeisser, ayudante del profesor Miguel Laborde, escritor, y urbanista, para trabajar junto a ellos en una clase que Laborde dicta en la universidad, ella debe hacer videos para esta clase, Schmeisser intuye que este equipo puede funcionar bien. El curso se llama, Relatos imaginarios de Chile. Al asistir a este curso, Antonia se sumerge en la filosofía y el espíritu de un tipo de artista y una mirada chilena, siente la convergencia poética, en la que la sicología del chileno, se vincula con el territorio, del cuál como sociedad nos hemos evidentemente alejado. Antonia me cuenta como el chileno común se distancia de la identificación con la tierra, del vínculo de ella como madre, y a su vez también es posible ver al padre como el colonizador español. La violación irrumpe, la madre que se vuelve loca, manifestándose con terremotos y volcanes, que nos hacen sufrir. Habla de los mapuches como habitantes del cosmos, mucho más en contexto que lo que estamos nosotros hoy. Habla del grupo de los diez y Pedro Prado, quién fue un escritor, pintor y arquitecto, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1949.
Antonia me cuenta que el grupo de los diez, es importante para la identidad de Chile, un Chile desnudo, este grupo de jóvenes, desarrolla una mirada del territorio entre los años 1916 y 1917, abordándolo desde la música, la literatura y la pintura. Así se rechaza al padre español, y comienzan a llegar otras influencias, francesa e inglesa, luego de eso comienza a asentarse la personalidad chilena, apareciendo creadores como Neruda, Violeta Parra y otros. En estas clases en que Antonia asiste al profesor Laborde, la idea de compartir, de conectar con el territorio, se transformó en un camino, desde ahí comienza una alianza con Laborde hasta el día de hoy, con quién actualmente se encuentra desarrollando proyectos documentales.
Antonia se vuelve a conectar con la vida urbana, vive la ciudad, la movida cultural, lo vive todo intensamente, pero vuelve a surgir la necesidad de retorno a la naturaleza, es entonces cuándo decide venir a vivir a Pichilemu. Para ella la idea de la naturaleza vuelve a ser muy importante, pero en Pichilemu encuentra el equilibrio con el compartir, la bohemia, distintos grupos de gente, un mundo transversal, muy variado, artistas, conversaciones profundas, dónde se mezclan diferentes generaciones, hay vida cultural, exposiciones, conciertos de música, un centro cultural activo, y surgen proyectos entre los diferentes artistas que aquí viven. Encuentra en Pichilemu un ambiente nutritivo en lo cultural, en ese sentido se conjugan para ella, ambas cosas, la naturaleza presente, la posibilidad de conectarse por horas con el entorno, y las relaciones humanas y creativas, que tanto la nutren.
A partir de un proyecto para la escuela de Cahuil, hoy ha comenzado a establecer una relación con el humedal del estero Nilahue, conociendo su ecosistema desde lo creativo, la observación, allí se le va abriendo un mundo, de a poco va desbloqueando etapas, como dice ella riendo, va adentrandose en él.
En cuanto a su proceso creativo, está el desarrollo del naturalismo, o bien la Ilustración naturalista. La Ilustración naturalista es una disciplina surgida en la época de las grandes exploraciones alrededor del siglo XIX. En aquel entonces, los científicos e ilustradores se convirtieron en parte integrante de los equipos de exploración de los nuevos mundos. Su misión era de la registrar todas las especies desconocidas para los exploradores y, así, intentar comprender los patrones de la naturaleza de los nuevos mundos. Hoy el Naturalismo es una corriente grande en Chile, Antonia lleva harto tiempo ilustrando especies de animales, y ha ido profundizando en el tema de los ecosistemas, que a ella le parece muy interesante, y que, me dice, hay que entender muy bien para poder adentrarse en él desde el lenguaje de la ilustración. El proceso de la investigación es mucho más largo que la realización de la ilustración misma. Le gusta entender perfecto los procesos, se ayuda con documentales, y diferentes fuentes de información para lograr un entendimiento acabado, que luego le permita volcar a través del dibujo toda la información, traduciéndola en ecosistemas en movimiento, buscando siempre una comprensión profunda.

Usualmente se ha dedicado a la investigación del borde costero, pero ahora a partir del proyecto en la Escuela de Cáhuil ha debido zambullirse por completo en el ecosistema del humedal, que es totalmente distinto a lo realizado por ella hasta ahora.
En resumen el proceso creativo para Antonia, consiste en internalizar al principio todo el conocimiento, va a los lugares, camina por ellos, realiza bocetos, busca entender como funcionan, observa, y luego ya en el taller se lanza a hacer los dibujos, confiesa que a veces le gusta el resultado y a veces no tanto. Es por eso que el boceto es muy importante, allí vuelca todo el engranaje creativo y su fuerza, todo sucede allí, se pueden ver en él, miles de lineas hechas con lápiz grafito, porque luego en el dibujo final casi no hay vuelta atrás.
Estamos en su taller, le pido que me muestre algunos bocetos para hacerme una idea, entonces Antonia se sube a una silla y desde una repisa desenrolla unos pliegos enormes, dónde se pueden ver miles de trazos e historias posibles, que luego irá puliendo, para dejar finalmente solo aquello que refleje su idea original. Cuando se trata de ilustraciones naturalistas por encargo, como fue el proyecto para el parque Punta de Lobos, se asesora por los especialistas que están a cargo del lugar para poder realizar una respresentación didáctica del ecosistema, ya que el fin es educar a la comunidad, mostrando la riqueza del borde costero.
¿Hacia dónde va tu trabajo?
Mi camino, siempre, desde el inicio, ha sido, hacer ver la naturaleza. Mi misión en lo íntimo, es agradecer a la Tierra que podamos estar acá, que seamos parte del ecosistema, y ha sido lindo, porque veo que mucha más gente va entendiendo esta idea, hoy se sabe que significa la palabra ecosistema. Las palabras, ilustración y ecosistema, ya no son palabras extrañas.
Antonia abriga en ella la esperanza de que lo que hace contribuya a visibilizar la naturaleza y su importancia, y aunque a veces pierde la esperanza, de que lo que ella hace pueda contribuir en esta misión, sabe que la naturaleza es algo que nos hace bien a todos, incluso a aquellos que no tienen conciencia de esto, ella está segura que al conectarse las personas con el entorno y el territorio, serán beneficiadas en su calidad de vida. Entonces en la enseñanza de los ecosistemas, hacer letreros para los parques, participar en proyectos para los niños, con que uno de ellos ya preste atención a estas imágenes, o que lea uno de sus libros, Antonia ya siente su misión cumplida. Su tarea es de alguna manera compartir esa naturaleza sabia y comprensiva, y hacer ver que eso es así, pero claro a quién le toque, quién lo sienta. Finalmente todo esto apunta a mejorar nuestra relación con el territorio y entender que todos somos parte y debemos cuidar de él.
Dilemas existenciales del arte
Su necesidad desde el inicio era explorar la imaginación, pero luego siguió el camino de la interpretación de la naturaleza, alejandose de lo mas imaginativo, y aunque está satisfecha con que eso haya sido así, ahora se encuentra explorando nuevamente la veta de la fantasía, adentrandose en otros mundos. En lo que está interesada hoy, es en ir integrando la ilustración más naturalista, que ya tiene adentro por el trabajo que lleva haciendo durante los últimos diez años, con la fantasía. Entre la fantasía y naturaleza, hoy se encuentra escribiendo la segunda parte de Támaro, que postulará a un fondo, lo que la hace de alguna manera alejarse del lenguaje científico.
